lunes, 19 de diciembre de 2011

¿Por qué cambian de color las hojas en otoño?


En otoño, cuando se observa un bosque en el que se mezclan árboles de distintas especies, unos de hoja perenne y otros de hoja caduca, la naturaleza nos ofrece un espectáculo de colores difícil de olvidar. Distribuidos al azar, se mezclan distintos tonos de verde, amarillo, marrón, naranja y rojo. Cada uno de esos colores tiene su razón de ser.

Las plantas son seres vivos capaces de captar directamente la energía del sol y convertirla en energía química. El secreto de esa conversión está en la molécula de clorofila que es la sustancia encargada de absorber la luz. Una hoja es como una fábrica de alimentos. Procedente de la raíz, a través del tallo, un conjunto de finísimas tuberías entran por el pecíolo, o rabillo, de la hoja y se ramifican por los nervios hasta alcanzar toda la superficie. Estas tuberías constituyen la red de transporte particular de la planta: llevan agua y sales minerales hasta la hoja, allí, gracias a la clorofila, que capta la energía luminosa, combinan esos ingredientes con el dióxido de carbono del aire para fabricar los alimentos que la planta necesita para vivir.

La clorofila es un pigmento que absorbe todos los colores que componen la luz blanca del Sol, menos el verde. Por esa razón las plantas son verdes, es el color rechazado, o dispersado, por la clorofila. La hoja funciona como fábrica de alimentos a pleno rendimiento siempre que haya horas suficientes de luz solar y agua disponible. Al llegar el otoño, especialmente en las latitudes que están alejadas del Ecuador terrestre, los días se hacen más cortos y fríos y la planta se prepara para los rigores del invierno.

En el rabillo o pecíolo de cada hoja, cerca del punto de unión a la rama, existe una porción ligeramente más gruesa llamada zona de abscisión. Durante el verano, las conducciones que llevan el agua y los alimentos la savia atraviesan esa zona sin problemas pero cuando llega el otoño, las células que componen la abscisión comienzan a hincharse y van estrangulando poco a poco los conductos que unen la hoja con el resto de la planta. La zona de abscisión va tomando un aspecto acorchado y llega un momento en el que interrumpe totalmente el flujo de savia.

Cuando la comunicación se interrumpe, la glucosa y los productos de desecho quedan atrapados en la hoja y, sin el aporte de agua, la clorofila comienza a degradarse. A medida que la cantidad de clorofila disminuye, el color verde va desapareciendo con ella y otras sustancias coloreadas, otros pigmentos, comienzan a tomar el relevo.

Algunas plantas, como por ejemplo, el arce ( acer saccharum ), cuya hoja es parte de la bandera de Canadá, utiliza la glucosa almacenada en las hojas para producir unos pigmentos de color rojo intenso, llamados antocianinas. Las antocianinas son sustancias antioxidantes que abundan en muchas plantas, por ejemplo, le dan el color rojo a la piel de algunas variedades de manzana y a la uva de la que sale el vino tinto. Algunos científicos piensan que este colorante actúa como anticongelante, evita que las hojas se hielen inmediatamente y prolonga el tiempo que se mantienen unidas al árbol, de esa manera la planta puede extraer los azúcares y otras sustancias que tienen almacenadas las hojas. Otra teoría defiende que las hojas muertas que se acumulan en otoño liberan las antocianinas al suelo para impedir, con su efecto tóxico, que nazcan plantas que podrían competir con el árbol en primavera.

El color marrón de algunas hojas se debe a los taninos, un tipo de pigmentos que se producen por la acumulación de las sustancias de desecho. El color naranja se debe al caroteno y el amarillo a las xantófilas, ambos son carotenoides, un grupo de pigmentos muy comunes en las flores y en algunos alimentos como las zanahorias, los plátanos o la yema de huevo. Algunas de esas sustancias existen habitualmente en las hojas pero en menor cantidad que la clorofila, mucho más abundante, y por esa razón sólo salen a la luz cuando la clorofila desaparece. No se conoce muy bien su función en las plantas pero, se baraja la posibilidad de que jueguen algún papel relacionado con la fotosíntesis.

Dependiendo de la especie de árbol, y del tiempo atmosférico durante los días de otoño, los colores toman un protagonismo más o menos acusado y proporcionan al bosque una gama extensa de tonos que le dan una belleza especial. Cuando el frío avanza y llega el invierno, las células que forman la zona de abscisión, que sella el paso de fluidos entre las ramas y las hojas, se van degradando, las hojas pierden su conexión a la rama y caen. Los árboles, ayudados por una simple brisa, se desnudan de su abrigo de hojas y esperan pacientes la llegada de la primavera.
http://cienciaes.com/ciencianuestra/2009/12/15/colores_de_hojas/

¿Cómo se mide el paso del tiempo en los árboles?


Si un árbol nos muestra en sus anillos el crecimiento año a año, es lógico pensar que, una vez cortado, sólo podemos contar los años que han pasado entre el momento de su nacimiento – el anillo más interior – y el de su muerte – el anillo más exterior ¿Cómo podemos ir más atrás en el tiempo? Ése es el cometido de un método de datación cronológica denominado Dendrocronología.

Vamos a aclarar unos conceptos básicos antes de responder a las preguntas.

Los árboles son unos seres vivos que al contrario de nosotros, no paran de crecer en toda su vida, aunque lo hacen de forma discontinua. Cada año, el árbol añade una capa de madera a su tronco, una capa que tiene un espesor concreto. Cuando el árbol se corta, las capas de crecimiento acumuladas a lo largo de su vida quedan al descubierto en forma de anillos concéntricos que, como si de un libro autobiográfico se tratara, llevan escritos los cambios del clima y los acontecimientos que marcaron su vida.

En un año concreto, pasados los rigores del invierno, el árbol comienza a crecer – a engordar podríamos decir- en el espacio que hay entre la madera del año anterior y la corteza. En primavera, cuando la humedad es máxima, el árbol gasta su energía generando nuevas células de crecimiento, estas células son grandes y van engrosando el tronco. A medida que se acerca el verano, y el agua comienza a escasear, el árbol sigue creciendo pero el tamaño de las nuevas células es menor. A finales del otoño el crecimiento se detiene y las células mueren. El contraste entre estas células más pequeñas y las células nuevas y grandes que comienzan a crecer al año siguiente es el que nos permite diferenciar los anillos y hacen posible su recuento. Por supuesto, ahora existen medios para tomar muestras de la secuencia de anillos sin tener que cortar el árbol, como les indicamos en las imágenes que hemos colocado a la derecha del texto.

No todos los anillos de un mismo árbol son iguales, en su crecimiento influyen muchos factores. Por ejemplo: no es lo mismo un año abundante en lluvias que un año seco, en el primer caso un árbol crecerá más y el anillo correspondiente será más grueso, en el otro, el anillo será más estrecho. Si el árbol escogido crece en a gran altitud, la temperatura juega un papel importante, si el año es muy frío, el anillo es estrecho, si las temperaturas han sido más templadas, el anillo es más ancho. Además del clima intervienen muchos otros factores: la salud del árbol, una plaga que lo debilita, la lucha con otros árboles por el espacio, un incendio, etc. La dendrocronología debe tener todos esos factores en cuenta y hacer un uso complejo de las estadísticas antes de sacar conclusiones.

Ahora bien, supongamos que investigamos un yacimiento arqueológico y que en él aparece un tronco de árbol bien conservado en el que se pueden distinguir los anillos, ese tronco pudo haber formado parte de las columnas de una casa, de las vigas que soportaban el tejado o haber sido utilizado como mueble, por citar unos ejemplos. Por supuesto, con el número de anillos podemos conocer la edad del árbol pero no la del yacimiento, ya que no sabemos cuando fue cortado, pero hay una forma de averiguarlo, si el yacimiento no es muy antiguo.

Una fórmula consiste en estudiar series de árboles cada vez más antiguos. Primero se estudia un árbol reciente, cuya edad conocemos, y se extrae la mayor información posible de sus anillos. Imaginemos que en algún momento de su vida hubo una oscilación climática y se dieron varios años fríos. Los anillos correspondientes a esos años serán muy estrechos en el árbol que estudiamos y en todos los de la zona. Determinamos a qué años corresponde esa secuencia particular. Luego buscamos otro árbol que haya muerto poco después de ese periodo concreto, lo mismo que el anterior tendrá la secuencia de anillos estrechos pero, al ser más antiguo, estarán en su parte mas externa del tronco. Así pues, partiendo de la serie en el primer árbol, iremos contando hacia atrás, al llegar a los anillos estrechos, saltaremos al árbol más antiguo y continuaremos contando hacia atrás. Si después se identifica otra zona característica y se tiene un árbol más antiguo todavía, el proceso se puede repetir y así retrocedemos más en el tiempo.

Así se ha logrado llegar en algunos lugares hasta 10.000 mil años atrás.
Lógicamente, en los lugares donde existen árboles muy viejos la secuencia cronológica es más fácil de lograr. El árbol que mostramos en la imagen proporciona una secuencia que nos permite llegar desde 1953, cuando fue cortado, hasta 1577. En algunos lugares, como por ejemplo, unos árboles que existen en Great Basin, en California, viven todavía árboles que tienen 4.000 años de edad y existe madera muerta de más de 10.000 años. En los lugares donde ya no existen árboles tan viejos, los científicos buscan en las vigas de madera de las iglesias o en los edificios antiguos.

Muchas cosas se pueden averiguar con la dendrocronología, y una buena muestra de ello es la historia de Andrew Ellicot Douglass, el astrónomo americano que comenzó a utilizar este método de datación. Douglass no buscaba una forma de datar un yacimiento arqueológico, él quería descubrir si las manchas solares que surgen periódicamente en el Sol han influido en el clima de la Tierra. Su tesón permitió sentar las bases de una nueva forma de medir el tiempo: la dendrocronología.
Fuente: http://cienciaes.com/ciencianuestra/2010/11/24/dendrocronologia/

Disney y los árboles

http://www.youtube.com/watch?v=txvPPxNVbjQ&feature=related

Árboles impresionantes

http://www.youtube.com/watch?v=YCtIz_Ge-VU

lunes, 12 de diciembre de 2011

POEMA DEL ÁRBOL





Árbol, buen árbol, que tras la borrasca
te erguiste en desnudez y desaliento,
sobre una gran alfombra de hojarasca
que removía indiferente el viento…

Hoy he visto en tus ramas la primera
hoja verde, mojada de rocío,
como un regalo de la primavera,
buen árbol del estío.

Y en esa verde punta
que está brotando en ti de no sé dónde,
hay algo que en silencio me pregunta
o silenciosamente me responde.

Sí, buen árbol; ya he visto como truecas
el fango en flor, y sé lo que me dices;
ya sé que con tus propias hojas secas
se han nutrido de nuevo tus raíces.

Y así también un día,
este amor que murió calladamente,
renacerá de mi melancolía
en otro amor, igual y diferente.

No; tu augurio risueño,
tu instinto vegetal no se equivoca:
Soñaré en otra almohada el mismo sueño,
y daré el mismo beso en otra boca.

Y, en cordial semejanza,
buen árbol, quizá pronto te recuerde,
cuando brote en mi vida una esperanza
que se parezca un poco a tu hoja verde…

Antonio Machado

Blog de ayuda para identificar árboles

http://trees.luidp.net/es/index.php?mod=identify/Basic/search

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Los pinos. Rubén Darío



Oh, pinos, oh hermanos en tierra y ambiente,
yo os amo! Sois dulces, sois buenos, sois graves.
Diríase un árbol que piensa y que siente
mimado de auroras, poetas y aves.
Tocó vuestra frente la alada sandalia;
habéis sido mástil, proscenio, curul,
¡oh pinos solares, oh pinos de Italia,
bañados de gracia, de gloria, de azul!
Sombríos, sin oro del sol, taciturnos,
en medio de brumas glaciales y en
montañas de ensueños, ¡oh pinos nocturnos,
oh pinos del Norte, sois bellos también!
Con gestos de estatuas, de mimos, de actores,
tendiendo a la dulce caricia del mar,
oh pinos de Nápoles, rodeados de flores,
oh pinos divinos, no os puedo olvidar!
Cuando en mis errantes pasos peregrinos
la Isla Dorada me ha dado un rincón
do soñar mis sueños, encontré los pinos,
los pinos amados de mi corazón.
Amados por tristes, por blandos, por bellos.
Por su aroma, aroma de una inmensa flor,
por su aire de monjes, sus largos cabellos,
sus savias, ruidos y nidos de amor.
¡Oh pinos antiguos que agitara el viento
de las epopeyas, amados del sol!
¡Oh líricos pinos del Renacimiento,
y de los jardines del suelo español! [...]